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sábado, 26 de noviembre de 2011

Madrechillona


Escrito e ilustrado por Jutta Bauer. Traducido por L. Rodríguez López.

Editado por Lóguez Ediciones, Salamanca, 2001.


 He de comenzar diciendo que el álbum “Madrechillona” no es precisamente de mi devoción, ya que versa sobre una madre que chilla tan fuerte a su hijo que una mañana llega a desmembrarlo, cayendo cada uno de los miembros de su hijo a lugares tan distantes como el espacio, el mar, la jungla o las montañas. El relato concluye con que la madre recoge y zurce los miembros extraviados de su hijo, recomponiéndolo y expresándole su arrepentimiento.

No obstante, comprendiendo el relato de forma metafórica, la narración no resulta tan desatinada. El desmembramiento, según María Cecilia Silva Díaz (redactora de la revista Babar), se trataría de “una metáfora para representar el sentimiento de angustia ante la inseguridad de no sentirse querido y no entender la reacción del otro. Es un sentimiento paralizante que le impide al pequeño pingüino buscar soluciones. Como no tiene cabeza, ni pico, ni alas, no puede gritar, ver, o aletear. La conciencia, sólo está en la voz que construye una narración para darle forma a un movimiento interno que los niños pequeños aún no pueden expresar con palabras”.

Pero a fin de cuentas, la historia de una madre infanticida que cose los miembros de su hijo para finalmente expresarle su arrepentimiento, no creo que sea la fórmula más adecuada para abordar los complejos claroscuros de las relaciones familiares, y mucho menos para niños de temprana edad, al menos, sin una explicación o guía por parte de un lector adulto que ayude al niño a trascender la aparente violencia del relato y llegar a una segunda lectura llena de simbolismo.

En mi opinión este álbum sin una adecuada guía por parte del adulto puede inducir en las plásticas mentes infantiles a considerar aceptable el maltrato, debido a que en los cuentos, los niños se identifican con el personaje infantil y vulnerable, no con el adulto, por lo que en esta historia el niño se identificaría inevitablemente con el personaje del pingüino hijo, que es maltratado por su madre hasta que acaba hecho pedazos.

“Yo quería buscar, pero los ojos estaban en el Universo…quería gritar, pero el pico estaba en las montañas…”.

En toda la historia el papel del hijo pingüino es un papel sumamente pasivo, es un sujeto paciente lleno de angustia que en ningún momento actúa por voluntad propia, sino que es llevado a la deriva por los arrebatos emocionales de su madre. Éste se limita a soportar el maltrato y finalmente a aceptar las disculpas de su progenitora. Cuando la madre lo reconstruye, él no dice nada, parece no tener más opción que perdonarla.


Esta obra es exactamente la versión contraria a “El Globo rojo” (cita pendiente de este álbum, pues no se trata del conocido “El Globito rojo” de Iela Mari publicado por la editorial Kalandraka) , un álbum ilustrado que sí creo adecuado para niños, ya que está escrito pensando en el destinatario infantil y no en el adulto, y que, no obstante, lleva al lector a las mismas conclusiones, la aceptación de que las madres no son perfectas pero que podemos quererlas a pesar de sus defectos. A diferencia de “Madre chillona”, que está escrito desde el punto de vista del adulto y que en mi opinión justifica inintencionadamente el maltrato materno-filial.  

Y en lo que respecta a los aspectos estéticos del álbum…sólo pondré de manifiesto mi sorpresa ante los numerosos premios de ilustración otorgados a Jutta Bauer, entre ellos el Premio Especial de Ilustración 2009 por toda su obra y el Premio Andersen de Ilustración 2010, pues he conocido a tantos artistas cuya obra arrebata el aliento, bien sea por su originalidad o por su virtuosismo técnico, que están a años luz en talento a Jutta Bauer, y sin embargo, a los cuales tanto trabajo les cuesta abrirse camino en esta jungla que es el mundillo comercial del arte, que no puedo sino sentirme decepcionada y algo pesimista al respecto.

Valoración final
Pienso que el abrumador éxito y buena acogida de este álbum, tanto entre maestros como en la crítica literaria, es del todo inmerecido.


Sé que en los contextos artísticos tendemos con demasiada frecuencia a elucubrar, divagar y perdernos por derroteros sin ninguna base en la realidad, que en definitiva no nos lleva sino a elogiar las vestiduras del emperador; mas, a ver si de vez en cuando (sólo de vez en cuando) reconocemos la evidencia sin vernos influidos por un contexto maniqueísta.


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