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sábado, 10 de mayo de 2025

El Teatro de títeres. Una forma extraordinaria de expresión dramática para la infancia.

Una de las formas de expresión dramática más apreciada por la infancia es el teatro de títeres.

Para acotar el concepto de títere, la autora considera preciso recurrir a Ariel Bufano (1983), que en su artículo titulado “El hombre y su sombra” da respuesta a preguntas como, qué es un títere y cómo se produce la transformación de un objeto ordinario en un títere.

Para que un objeto se transforme en títere, escribe Bufano, “debo ubicarme en un nivel distinto de lo cotidiano, debo dotarlo de una “personalidad”. Debo crear un personaje. El títere es, entonces, un objeto. Pero para que deje de ser meramente un objeto, debo moverlo con una intencionalidad y una función muy particular”. Debo querer interpretar un personaje y hacer de ese objeto un personaje. “Debo ubicarme en el plano de lo dramático, de la representación”. El objeto ha sido modificado por mi intención y por la función que cumple. “En el lenguaje dramático del títere el personaje está movido por sus mecanismos más primarios, más íntimos. Se mueve por lo que siente. […] Quizás esté aquí su esencia mágica. Un pobre objeto, un trozo de tela y cartón, asume toda la humanidad que, lamentablemente a veces, el hombre no se anima a rescatar para sí mismo”.

Por tanto, delimitando el término, ¿qué es un títere?

“El títere es cualquier objeto movido en función dramática”, es, en palabras de Bufano (1983), “síntesis, emoción pura, conflicto, verdad”, es, en sí, el hombre mismo revelado a través del objeto, el títere es la sombra del hombre, es él en su esencia pura sin serlo realmente, es la humanidad al descubierto a través de un objeto.

España

Orígenes de los Títeres. 

Encontramos títeres de Oriente a Occidente en toda suerte de formas y materiales; desde los Wayang de Indonesia, los Karagoz de Turquía, el teatro de sombras chino, las marionetas indias, con sus más afamadas Khatpult en el estado de Rajastán, el Bunraku de Japón, los títeres acuáticos de Vietnan, los Pupi sicilianos, la Pulcinella de la Comedia del Arte o nuestra Cristobita en los Títeres de cachiporra, así como el guignol lionés o las serpientes títere de los indios hopi en Arizona.

Vietnam

El origen de tan cautivadores objetos es incierto, siendo varias las teorías desarrolladas desde que el primer historiador del teatro de títeres, Charles Magnin (1793-1862), en su “Historie des marionnettes” (1852) afirmara que los títeres habrían surgido de los antiguos ídolos y aparecerían en el marco de ceremonias y costumbres de orden religioso.

Japón

Con posterioridad, el filólogo alemán Richard Pischel (1849-1908) situará el origen del teatro de títeres en la India, basándose en varias evidencias tales como; la etimología de los términos en sánscrito sutradhara (el que mueve los hilos) y sutraprota (títere). Además, refuerza su tesis el papel desempeñado en la difusión de esta forma de expresión dramática por los titiriteros itinerantes Tsiganes o gitanos, etnia originaria del subcontinente indio (Henryk Jurkowsky, 2009).

Turquía

Por el contrario, otros investigadores como Hermann Reich (1868-1934) y Berthold Laufer (1874-1934), emplazan el origen del teatro de títeres en la Antigua Grecia (Henryk Jurkowski, 2009).

India

No obstante, los hallazgos fruto de las investigaciones etnográficas desarrolladas a finales del siglo XIX y principios del XX, confirmaron la teoría de Magnin y de sus partidarios, entre los que se encuentran Gaston Baty (1885-1952) y Otto Spies (1901-1981). Quedó patente que los títeres existieron en los rituales religiosos, principalmente en comunidades «primitivas», no empleados como objetos de diversión, sino como imágenes sagradas, confeccionadas para representar a seres humanos o divinos.Otras fuentes antropológicas lo confirman: desde las observaciones realizadas en poblaciones maoríes de las islas de la Polinesia, hasta muñecos para rituales encontrados en algunas partes de Asia. Además, hay vestigios que datan del siglo XIX y que muestran la existencia de títeres utilizados en las ceremonias rituales, mágicas y chamánicas de los nativos norteamericanos (Amerindios e Inuits)” (Henryk Jurkowski, 2009).

Indonesia

Visto lo anterior, podemos concluir que el títere no es fruto de la evolución del juguete sino de la imagen sacra, y parece más que probable su origen oriental, siendo constatable su presencia desde la Antigüedad en La India.

Por tanto, las evidencias de este arte a lo largo de la historia son abundantes, no tanto así los textos[1] concebidos para ese espectáculo, debido a la importancia limitada del guion en este tipo de teatro, que es, básicamente, un espectáculo popular abierto a la improvisación. “Muchos de sus textos no se conservan, entre otras razones, porque la manifestación culta de este teatro aparece de forma esporádica y los textos son guiones un tanto elásticos que se adaptan a las circunstancias de cada representación, sin un respeto escrupuloso al diálogo dramático escrito” (Tejerina, 2005).



[1] Con relación a las obras para teatro de títeres en España son destacables: la “Farsa infantil de la cabeza del dragón” de Ramón María del Valle Inclán estrenada en 1909, enmarcada dentro del proyecto de Jacinto Benavente “El teatro de los niños”, el cual supuso un hito en el teatro infantil, al verse influido por las vanguardias artísticas que irrumpían en la Europa de principios de siglo XX, concretamente del movimiento simbolista. Otro destacado autor que participó en el mencionado proyecto de Benavente, fue Federico García Lorca, con la pieza infantil para títeres “La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón” (1923) además de otras versiones y adaptaciones para teatro de títeres. Dentro del mismo periodo vanguardista transcurrido en España entre 1909 y 1936, son reseñables las piezas representadas por Salvador Bartolozzi junto a Magda Donato en el Teatro Pinocho, “La pájara pinta” (1925) que Rafael Alberti ideó para el “Teatro dei Piccoli” del célebre Vittorio Prodecca, o ya en 1936 el “Teatro para niños” de Elena Fortún, que reúne doce breves obras dramáticas entre las que se incluye “Luna lunera”, escrita para muñecos de guiñol. Tras la guerra civil sobresale en Cataluña el “Teatro popular” de Porras, un conjunto de 14 piezas en edición bilingüe catalán-castellano, en Andalucía Julio Martínez Velasco desde 1958 dará vida a su retablo “Pipirijaina del Titirimundi”, en Madrid el periodista Juan Antonio de La Iglesia desarrolló una intensa actividad dedicada al teatro infantil con un espacio radiofónico especializado y múltiples publicaciones en revistas infantiles, y ya en los años sesenta es destacable “El guiñol de Don Julito” de Carlos Muñiz y las publicaciones de Ángeles Gasset como “Títeres con cabeza” y “Títeres con cachiporra”. En la década de los ochenta del siglo XX José Mª Osorio reúne veinte piezas en su “Teatro guiñol” y Gómez Yebra en su libro “Algo de teatro infantil” incluye una obra para teatro de sombras “Un tesoro inverosímil”.

En los albores del presente siglo XXI encontramos a Daniel Vilela y su teatro de “Títeres Clavileño” en Madrid, el cual ha publicado varias de sus obras para títeres; y “Los titiriteros de Binéfar”, compañía fundada por Pilar Amorós y Paco Paricio en 1975, que en 2009 recibieron el Premio Nacional de Teatro para la Infancia y la Juventud.

Pero este breve recorrido histórico por el teatro de títeres español no estaría completo sin mencionar al incombustible teatro de “Maese Villarejo”, Juan Antonio Díaz Gómez de la Serna, y su icónico títere de guante “Gorgorito”. El teatro de “Maese Villarejo” disfrutó de tal éxito que en 1957 llegaron a actuar en tres programas infantiles fijos a la semana en televisión española. Hoy día su esposa e hijos siguen dando vida a “Gorgorito” por toda la geografía española tras 70 años de trayectoria teatral.



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