viernes, 9 de mayo de 2025

Funciones de la Literatura Infantil ¿Para qué sirve, qué queremos de ella?

 

En este texto, perteneciente al trabajo "Perspectiva integral de la Literatura Infantil en la era del puer videns" de la autora Vanesa Velarde Maza, se aborda la justificación didáctica de la Literatura Infantil, dado que, desde el punto de vista del ámbito educativo, resulta ineludible expresar la utilidad académica de la literatura, si bien, desde el punto de vista artístico como forma de arte que es la poetika, es cuanto menos confuso hablar de la utilidad del arte, de su subordinación a utilidades prácticas, pues el arte es útil en sí mismo en cuanto es arte verdadero.

No obstante, dando respuesta a las exigencias formativas asociadas a la institución educativa, diversos estudios abalan el potencial didáctico de la Literatura Infantil, tales como el de Angelo Nobile (2007, p. 19), el cual, hace unas interesantes aportaciones sobre su valor formativo en su obra “Literatura Infantil y Juvenil”, en las cuáles me inspiro para plantear nueve distintas funciones en torno a la Literatura Infantil, que responden a las implicaciones formativas de la literatura.

Funciones de la Literatura Infantil

·         Función correctora o termostática de los efectos perjudiciales derivados de la invasión de los medios de comunicación y nuevas tecnologías.

·         Función favorecedora de los hábitos de reflexión e introspección.

·         Función de aproximación a la lengua y sus medios expresivos.

·         Función de ampliación de los conocimientos culturales y de las facultades intelectuales.

·         Función de refuerzo del espíritu crítico y la autonomía de juicio.

·         Función de educación del sentimiento estético.

·         Función de nutrición de la imaginación y la fantasía.

·         Función de promoción de la conciencia moral y cívica.

·         Función esencial en la autorrealización de la persona.

Del mismo modo, la reputada profesora Teresa Colomer (1999, p. 15), intentando dar respuesta a la funcionalidad de la Literatura Infantil, distingue tres funciones en su ya canónica obra “Introducción a la Literatura Infantil y Juvenil”:

1. “Iniciar el acceso a la representación de la realidad ofrecida a través de la literatura y compartida por una sociedad determinada”.

2. “Desarrollar el aprendizaje de las formas narrativas, poéticas y dramáticas a través de las que se vehicula el discurso literario”.

3. “Ofrecer una representación articulada del mundo que sirve como instrumento de socialización de las nuevas generaciones”.

La primera de las funciones de la Literatura Infantil, “el acceso al imaginario colectivo”, hace referencia al acceso a través de la literatura al inmenso repertorio de “imágenes, símbolos y mitos que los seres humanos utilizamos como fórmulas tipificadas de entender el mundo y las relaciones con las demás personas”. Así, la literatura inicia en el conocimiento del conjunto de referentes y formas expresivas propias de una cultura representados en su forma verbal.

La segunda de estas funciones desarrolladas por Colomer es “el aprendizaje de los modelos narrativos y poéticos de la literatura propia de su cultura”.

Durante largo tiempo en la investigación sobre Literatura Infantil se ha teorizado sobre los aspectos morales de la literatura dirigida a la infancia, pero muy poco sobre su vertiente estrictamente literaria. Ciertamente, la Literatura Infantil puede ayudar a educar en valores, pero no hay que descuidar la importancia de la misma como recurso de primer orden para la educación literaria.

De esta forma, hay que destacar que los libros infantiles también “sirven” para iniciar a los pequeños en el conocimiento de diferentes esquemas narrativos, diversificación de episodios y estructuras, en el desarrollo de expectativas sobre la conducta de los personajes, y en la ampliación de su experiencia directa (Colomer, 1999).

Los primeros contactos del niño con la literatura infantil suelen ser a través de historias que confirman el mundo que conocen, que reflejan su vida cotidiana, asentando así sus primeros conocimientos sobre su realidad circundante.

Estas “primeras historias son recibidas por los niños como una representación del mundo tal como es. No se cuestionarán su veracidad […] Sólo cuando ha emergido la conciencia de las historias como ficción, los niños pueden empezar a utilizarlas para explorar el mundo tal como podría ser” (Colomer, 1999, p. 28).

Así, los niños progresan desde temas realistas, relacionados con la experiencia inmediata, hasta historias de ficción, con un desplazamiento en el espacio y la imaginación.

Los pequeños del primer ciclo de Educación Infantil prefieren aquellos libros que aportan certezas, que se enmarcan en una realidad conocida, segura y predecible, que cuentan historias que representan acciones experimentadas por ellos mismos en su día a día como asearse, comer, ir al parque, a los recados, a casa de los abuelos, … Ejemplos; “La panadería” de Carmen Busquets, editorial Susaeta o “Buenas noches, Lupe” de Lara Jones, editorial SM.



No obstante, a partir de los cuatro años los niños empiezan a sentir interés por conocer más allá de su experiencia inmediata, estableciendo una progresión entre realidad y fantasía, desplazando su centro de interés poco a poco desde su mundo conocido al mundo de la imaginación o fantástico. De ahí, que los niños del segundo ciclo de Educación Infantil, ya empiecen a demostrar cierto interés por lo desconocido y/o fantástico. Ejemplos; “¿A qué sabe la luna?” de Michael Grejniec, editorial Kalandraka, “El Grúfalo” de Julia Donaldson y Axel Scheffler, editorial Bruño, o “La cocina de noche” de Maurice Sendak, editorial Kalandraka. Aunque no será hasta la etapa lectora entre los ocho y los diez años, ya en la etapa de Educación Primaria, cuando el educando disfrute de las historias de ficción propiamente dichas.




La tercera y última de las funciones asumidas por la Literatura Infantil, es la socialización cultural, en la cual Colomer (1999), hace hincapié en la transmisión cultural de los modelos femeninos y masculinos.

Al respecto Colomer sentencia: “La Literatura Infantil y Juvenil ha ejercido siempre una función socializadora de las nuevas generaciones. El propósito de educar socialmente marcó, precisamente, el nacimiento de los libros dirigidos a la infancia”.

De ahí que la Literatura Infantil no refleje fielmente la sociedad real que la ha alumbrado, sino la sociedad “ideal” que unos adultos desean para unas nuevas generaciones en un momento dado, a modo de desideratum.

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