“La oveja de Pablito” es un álbum ilustrado, editado en lengua
castellana en el año 2006 por la editorial ING Ediciones. No obstante, fue
publicado por primera vez en sueco en el año 1912 con el título “Pelles nya kläder”(El traje nuevo
de Pelle). Es obra de la escritora e
ilustradora sueca Elsa Beskow (1874-1953), considerada actualmente una de las
fundadoras de la literatura infantil en los países nórdicos.
“La oveja de Pablito” (Pelles nya kläder), narra la historia de un niño, Pablito, que decide hacerse un
traje con la lana de su oveja, ya que el que tiene le queda pequeño (se aprecia
en la ilustración como el traje que lleva deja a la vista parte de sus piernas
y brazos desnudos).
Para ello pide a unos esquiladores que esquilen a
su oveja (no obstante, la ilustración no presenta a ningún esquilador sino a
Pablo esquilando a su oveja él mismo. Puede apreciarse la ilustración aludida
bajo estas líneas) y luego lleva la lana a su abuela, quien le carda la lana a
cambio de que Pablito escarde las malas hierbas del huerto.
Luego pide ayuda a su otra abuela para que le hile
la lana, la cual accede a cambio de que Pablito cuide de sus vacas.
El niño lleva las madejas a su vecino pintor, y
éste le da una propina a cambio de que vaya a comprar a la tienda un bote de
trementina.
Con el dinero sobrante, Pablito compra tinte azul,
con el que tiñe la lana.
La historia continúa con la ayuda de otros vecinos y
familiares, y el trabajo realizado por el niño hasta que, finalmente,
gracias al esfuerzo y al intercambio de favores, Pablito luce su traje nuevo.
En
primer lugar, en “La oveja de Pablito” es evidente su intención
didáctica. Es evidente que dicha obra es instrumentalizada a favor de la
educación en valores con el fin de transmitir una lección moral: los niños con iniciativa
consiguen, a base de esfuerzo y trabajo colaborativo, las metas más inesperadas
y satisfactorias. Por tanto, la lectura en cuestión anima al niño a trabajar
duro por lo que quiere, ensalzando valores como el esfuerzo, pero también pone
de manifiesto las virtudes del trabajo en equipo, de la colaboración y la
participación de toda la comunidad, y de cómo entre varias personas pueden
alcanzarse objetivos que en solitario sería imposible lograr.
Además, es posible vislumbrar los principios
feministas de la autora a través de una incipiente intención coeducadora en la
obra, por la cual el varón tiene la misma obligación que la hembra en la
crianza de los niños, al presentar al niño realizando todo tipo de tareas,
algunas de ellas como el cuidado de la hermanita, habitualmente asociadas al
rol de la mujer y la niña.
No obstante, con independencia de su fin didáctico
llama la atención, especialmente al lector contemporáneo, acostumbrado al papel
sumamente pasivo que ocupa el niño en nuestra sociedad, la gran autonomía que
demuestra el infante en el libro en cuestión. Sorprende, porque no se trata de
una historia fantástica, a diferencia de otras obras de su autora, sino que
consiste en una historia que narra hechos cotidianos de la vida de los niños
como cuidar del ganado, arrancar las malas hierbas de la huerta, o ir a recoger
leña. Así, nada más comenzar la historia llama la atención el hecho de que un
niño de unos seis años esquile con unas afiladas tijeras de esquilador a su
propia oveja, algo impensable en nuestro contexto, donde a los niños en edad
preescolar se les tiene entre algodones
impidiéndoles hasta tomar un cuchillo para cortar su propia comida. Es más,
resulta tan inadmisible en nuestra sociedad que no me extrañaría que en esta
primera edición en castellano hayan cambiado el texto original, en el que el
niño esquilaba a su oveja por “Pablito pidió a un par de esquiladores que
esquilasen toda la lana a su oveja”, ya que en la ilustración que acompaña al
texto Pablito esquila por sí mismo a su oveja y en las actividades restantes el
niño siempre tiene un papel activo, no pidiendo nunca favores a cambio de nada.
Por tanto, lo que me parecería inadmisible a mí, no sería que los niños
emplearan tijeras, sino que hubieran transformado a placer el texto original de
la obra para publicar una versión edulcorada en la que “los niños no tocan
cosas afiladas”, ya que esta modificación supondría un cambio profundo en el
sentido de la obra, puesto que es una constante en la historia el que el niño
ejerza un papel activo en la confección de su propio traje, por ejemplo tiñendo
él mismo la lana, no mendigando favores por la cara, tal y como se presenta en
la primera situación, sino ofreciendo siempre un servicio a cambio de los
favores que le hacen sus familiares y conocidos, tal y como sucede en las cinco
fases siguientes al esquilado, como son; el arrancar malas hierbas a cambio del
cardado de la lana, el cuidado del ganado a cambio del hilado de la lana, la
propina para comprar tinte a cambio de ir a la tienda a comprar trementina para
el pintor, el cuidado de su hermana a cambio del tejido de la lana y el
rastrillar el forraje, apilar la leña y alimentar a los cerdos a cambio de la
confección del traje.
Por lo tanto, esta historia resulta didáctica no
sólo para el lector infantil, sino también para el lector adulto, que a través
de esta historia puede recapacitar sobre las capacidades de los niños y de cómo
limitamos en la actualidad sus posibilidades de acción, ya que a través de las
acuarelas de Beskow podemos echar la vista atrás y ver, como si de una ventana
se tratara, a un niño de principios de siglo XX, activo y competente, que se
desenvuelve en su entorno próximo con total autonomía y resolución. No digo,
que debamos abandonar a la infancia a su libre albedrío, sino todo lo
contrario, sostengo que los niños precisan al igual que derechos, deberes y
responsabilidades, y un ejemplo de responsabilidad y trabajo en equipo es
el libro en cuestión.
Asimismo, recomiendo la obra de Elsa Beskow por
sus magníficas ilustraciones. Beskow pertenece a la escuela pictórica del
Romanticismo nacionalista.
En cada una de las páginas de “La oveja de
Pablito” podemos apreciar sus transparentes acuarelas delineadas
con lápiz de grafito, que representan idealizadas escenas de la vida
en Suecia a finales del sigloXIX y comienzos del XX. En ellas podemos ver desde pastizales en los que
se alimenta apaciblemente el ganado dirigido por niños de delicadas facciones,
a costumbristas escenas hogareñas de cierto valor etnográfico en las que
podemos observar actividades de la vida cotidiana de antaño, hoy en desuso en
nuestra sociedad, como la hila con rueca o cocinar en el llar.
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